En el país donde crecí, Panamá, en el 2003-2004 nos llegó al colegio una profesora de inglés de los Estados Unidos.
Una clásica progresiva del East Coast. Una doña con buenas intenciones y un buen currículo educativo pero también le encantaba moldear el comportamiento de los demás. Los que me leen desde Panamá u otros países latinos saben que nosotros aquí tenemos una perspectiva menos sensible en cuanto al racismo.
Mi mejor amigo en aquellos tiempos era negro y era común que nos dijéramos chistes, el de blancos, yo de negros. Era una época donde decirle “chino” a un chino no era considerado despectivo (creo que todavía no lo es en Panamá). Era una época donde yo le decía a mi amigo negro “negro” él me decía “blanquito” y cuando estábamos él y yo juntos los demás nos decían “nucita”.
La armonía racial si existe
En mi colegio fácilmente habían estudiantes de más de 20 nacionalidades y más tonos de color que la paleta de una maquillista de cine, y todos vivíamos en considerable armonía racial.
Hasta que llego la teacher.
En una ocasión ella me suspendió por decirle algo “racista” a un compañero. Algo que ningún otro maestro ni siquiera le hubiese metido mente. Le dije “chino” o “amarillo” a un compañero chino, mientas el me decía “pared” (soy bien palido) o algo por el estilo. Pendejadas de niños de 13 años. Recuerdo que después de su puteada y de la suspensión me sentí mal. Como si fuese un rufián. Un intolerante. Un racista.
Ella estaba satisfecha. Su primer hito en el colonialismo cultural estaba completado. Yo me aguante mi suspensión (no era ni la primera ni la última), y me amarre la boca. No iba a decir más esas palabras en su clase. Pero el hecho que ella me suspendiera por eso ahora le dio más peso a la palabra.
Ya no era una simple “joda” entre niños de 13 años que estaban acostumbrados a hacer eso sin mayor consecuencia. Sino que se volvió una palabra “caliente”. Tenía un significado más allá del literal. Escuchar esa palabra ahora te daba el derecho de buscar retribución contra la persona que lo dijo. Cuando antes sólo merecía una respuesta similar, una risa, ignorarlo, o continuar con la joda de la forma que un pelao de 13 años hace.
Ahora podías acusar a la maestra al que te lo dijo. O podrías molestarte e iniciar una pelea. O podrías llamar a tu compañero un “racista” y categorizarlo como una persona moralmente corrupta. Todo esto porque la teacher le confirió un significado profundo a la palabra.
Es como cuando le dices a un adolescente que está prohibido entrar a X cuarto. Ahora todos van a querer entrar, cuando antes ignoraban ese cuarto. De seguro te pasó algo parecido, si no, lo viste en Harry Potter y la Piedra Filosofal.
La teacher
La teacher tuvo éxito. Ella logró diseñar la manera en la que nos comportamos amonestando el uso de ciertas palabras en su clase. Imperialismo progresivo Yankee 1 – cultura escolar clase media panameña 0.
Todo el sermoneo que ella nos dio también nos puso a pensar en las diferencias raciales entre nosotros. Ahora porque eres negro cargabas un bagaje histórico detrás tuyo. En alguna época en alguna parte del mundo alguien que era de tu mismo color, pero que ni siquiera estaba relacionado a ti fue un esclavo. Ser blanco también tenía su bagaje. En alguna época en alguna parte del mundo alguien que era de tu mismo color, pero que ni siquiera estaba relacionado a ti fue dueño de esos esclavos.
Entonces la persona ya no solo es vista por quien es, cuáles son sus intereses, su carácter, su personalidad, etc. Que son características normales para definir a una persona. Si no que ahora es juzgado por su identidad racial. Su raza se vuelve una pieza esencial de quien es.
Ella exitosamente introdujo este componente al salón de clases y nos hizo más conscientes de la raza de cada uno. Ahora. Yo no propongo ignorar tu patrimonio ni tampoco lo historia. Pero si tú le metes a un niño de 13 años a la cabeza que encasille a sus compañeros de clase en clústers raciales es posible que lo hagan por el resto de su vida. Y no solo eso, su identidad estará marcada por el color de su piel. Por allí empieza el política identitaria. “Voto por ella porque tiene una vagina y yo tengo una vagina”. “Voto por él porque tiene poca melanina en la piel y yo también”. Pendejadas. Pero se vuelve un tema serio cuando tienes a millones de personas pensando así. Porque esos pendejos votan.
Shakespeare cogía polvo mientras ella nos disertaba sobre el racismo, porque no nos podemos llamar esos nombres, y porque eso es “peligroso”. Yo no entendía en esos tiempos. Pero en el fondo sentía que algo que no estaba bien. ¿Porque tenía que venir ella a explicarnos cómo referirnos a nuestros amigos?
Success! Ella había introducido con éxito un producto nuevo al colegio. Producirlo no cuesta nada, se vende por doquier y a un costo altísimo – te puede costar tu trabajo, tu reputación, y tus amigos. Y lo mejor de este producto es que no vence, no lo tienes que empaquetar, y su inventario es infinito. No tiene etiqueta, pero te permite etiquetar a cualquier persona. Y lo mejor de todo… Es de muy alta calidad. Producido con mucho empeño con una fórmula que tiene más de 200 años. ¡Racismo! Made in the USA.
Como buena comerciante, la maestra logró su cometido. Un tema del cual ligeramente se escuchaba hablar se volvió un trending topic en los pasillos del colegio. Misión cumplida. Ahora tienes niños conscientes de las diferencias raciales entre uno y otro. Perate, ¿No es eso racista?
El “racismo” se volvió viral en nuestro colegio. (Y esto fue mucho antes de que existieran las redes). De la nada empezaron a aparecer casos de discriminación racial. Se escuchaban rumores de que fulano es racista, y ni se diga de mengano, el no solo es racista, él es NAZI. Oh no. Debido a que hay tanto racismo ahora hay que contratar a un experto en el tema para que le den entrenamiento de diversidad a los estudiantes. Pero bueno, por lo menos se generó un nuevo empleo. 1 punto para la economía.
Muy bien. La teacher puso en su lugar a todos esos niños preadolescentes. Quien les manda andar por allí bromeando con sus amiguitos preadolescentes. Es hora de que prueben una dosis de virtue-signaling y shaming. Otros productos que la teacher introdujo al colegio exitosamente.
Si ella se hubiese enfocado más en enseñar inglés y no conciencia social, tal vez hubiésemos salido de su clase hablando inglés como americanos y no comportándonos como americanos. Pero ella tenía objetivos más dignos que enseñarnos inglés. Ella era la salvadora que estaba educando a un grupo de estudiantes primitivos en este país primitivo donde no había sensibilidad racial.
Pero también es país donde no existe la violencia racial, donde no tienes que mencionar que raza eres cuando vas a pedir un crédito bancario, o llenar un formulario de admisión para una universidad. Pero whatever. Si les das suficiente entrenamiento de diversidad tal vez algún día tengan estos problemas de primer mundo también.
Si aquel año hubiésemos aprendido más palabras que racism tal vez hubiésemos podido descifrar a Shakespeare. Pero qué importa. Al fin de cuentas Shakespeare seguramente era un racista.